El cuento del pozo

Erase una vez un reino que tenía un pozo grande y profundo a cuyos lados pasaba siempre mucha gente. El pozo constituía un peligro diario para los transeúntes que continuamente se caían en él y se lastimaban seriamente. El tránsito aumentó y aumentó y los accidentes eran tantos que se comenzó a hablar de un problema de seguridad del tráfico. ¡Algo había que hacer! Se creó entonces una comisión con la función de estudiar el caso y proponer medidas de seguridad – pero sin costar dinero. Después de muchos años de reuniones, llegaron a la conclusión de que los accidentes eran culpa del “factor humano” . De todas maneras, había que alertar a la población sobre el peligro del pozo y decidieron colocar un cartel muy alto con la leyenda: “ATENCIÓN”. Sí, el cartel despertó gran atención, tanto que la radio, la prensa y la televisión estuvieron presentes al iniciarse la “campaña de seguridad de tránsito”.  
 
Pero la gente que pasaba caminando miraba hacia arriba para leer el cartel y se caía aún más fácilmente dentro del pozo. La curva de accidentes continuó creciendo hasta que la cantidad de lesionados fue tal que llamó la atención de las autoridades. Estas decidieron pues, que el nuevo hospital debía de instalarse lo más cerca posible del pozo para disminuir el costo de transporte de los heridos.  
 

La comisión llegó a la conclusión que debía colocarse “una protección a modo de cerco” alrededor del pozo y para ello decidieron solicitar medios a distintas autoridades. Todas mostraron gran comprensión por el problema, pero ninguna entendía que también era su deber hacerse cargo de los gastos. Además la ley decía muy claramente que los transeúntes deberían conducirse de modo de no ocasionar accidentes y que, donde hubiese tales riesgos, deberían ser prudentes y cuidadosos. Por fin se consiguieron fondos para el cerco mediante el alquiler de espacios para anuncios publicitarios en las cercanías del pozo. Lamentablemente, el dinero solo alcanzó para la mitad del cerco. El efecto de esa medida de seguridad fue aún menor de lo esperado. Los llamativos carteles con mujeres seductoras y botellas con fluidos dorados causaban aún más distracción a los transeúntes. 
 
Los accidentes aumentaron tanto que fue necesario ampliar el hospital y al mismo tiempo se comenzó a recomendar a los transeúntes la utilización de “un casco de protección” para disminuir las consecuencias en caso de accidente. Los principales expertos del reino se habían empezado a interesar por el problema pero no podían ponerse de acuerdo acerca de las medidas que deberían tomarse para solucionarse. Un experto quería mejorar las estadísticas, otro quería un control más estricto en las cercanías del pozo, un tercero quería hacer interrogatorios en el lugar sobre las reglas elementales a tener en cuenta al pasar cerca del pozo.... 
 
Por suerte, el asunto tuvo un final feliz. El Rey, quien siempre estaba encerrado en su castillo, supo al fin del pozo y de las desgracias que éste le ocasionaba a su paciente pueblo. El Rey se agarró la cabeza, se jaló los cabellos y se preguntó si se tenía que llegar a tales extremos. 
 
Ahora el pozo ha sido rellenado y los accidentes se han acabado.  
 
Al final se comprendió que era mejor REFORMAR LAS CONDICIONES DEL TRANSITO Y QUITAR LOS PELIGROS ANTES QUE TRATAR DE ACOSTUMBRAR A LA GENTE A UN MEDIO AMBIENTE PELIGROSO.